Jesús Carlos Reza Trosino
Hay un antiguo refrán que dice: “Nacen los poetas, los oradores se hacen”, sin embargo, la segunda parte podría modificarse quedando de la siguiente manera: “los comunicadores se hacen”.
Un líder, director, expositor, profesor, moderador, facilitador, capacitador, maestro, educador, preceptor, guía o cualquier otra forma de mencionarlo, con un poco de práctica, paciencia y conocimientos, es capaz de mejorar su actuar frente a un auditorio, grupo o personas.
Una forma sencilla de lograr lo antes dicho es utilizar el método de los seis pasos de Haddad, el cual consiste en lo siguiente:
Primer paso: El principio
Segundo paso: El puente de conexión
Tercer paso: El desarrollo del tema
Cuarto paso: La demostración del tema
Quinto paso: El resumen
Sexto paso: El “mutis volutivo”
- El principio
Primer Paso, El principio. Todo discurso, clase, conferencia o pieza oratoria, mentoreo o coacheo tiene que empezar de la mejor manera posible, sin embargo, aunque es demasiado obvio, pasa desapercibido para muchos facilitadores.
Algo de suma importancia en todo discurso o proceso de aprendizaje lo constituye el inicio y su propósito básico consiste en captar la atención de los receptores
Las diez primeras palabras que se pronuncien determinarán el éxito o el fracaso de la disertación.
Las maneras idóneas de empezar son:
- Saludar siempre a su auditorio de manera sencilla y cálida. El saludo dependerá del tipo de público o personas que vayan a escucharlo o de las circunstancias protocolarias pertinentes; sin embargo, un saludo cortés es suficiente para iniciar la plática.
- Se recomienda nunca ofrecer disculpas de ningún tipo tales como: “este… no vengo preparado pero, bueno…”, “no estudié pero, a ver qué sale”, “me avisaron hace un momento y por eso llegué tarde”, “había un embotellamiento tremendo”. Lo único que logran todas estas excusas es colocar una barrera psicológica entre usted y su receptor.
- Con una frase célebre. Este es un principio muy impactante que, además, provoca buena sensación en las personas que lo escuchan. Será conveniente señalar quién es el autor original y no olvidar que debe estar relacionada con el tema a tratar. – Si, por ejemplo, piensa usted hablar acerca de la Biblia, deberá empezar con una frase como: “La Biblia es el libro más contemporáneo y más eterno de los que existen. Es tan reciente como el periódico de mañana pero muchísimo más profundo”. De inmediato deberá decir que la frase es de Norman Vincent Peale, Pastor norteamericano. – Si el tema se relaciona con los amigos, entonces el inicio podría ser: “Eras un ser igual a muchos otros en el mundo, pero yo te hice mi amigo y ahora eres único en el universo”. Esta es una frase de Antoine de Saint Exupery, autor francés desaparecido durante la 2a. guerra mundial, su obra maestra es “El Principito”, de la cual se extrajo la frase anterior.
- Con una idea central. Todo tema siempre debe tener una tesis básica o fundamental en torno a la cual el expositor hará su disertación. Esta es otra manera, también muy efectiva, de iniciar su presentación. Veamos un ejemplo: Si intentáramos hablar acerca de definiciones o conceptos relativos a algún tema en particular, el comienzo podría ser así: “Tratar de establecer definiciones o conceptos o tratar de proponerlos, por regla general, cuenta con el acuerdo o desacuerdo de las diferentes personas que están involucradas en el fenómeno que se pretende definir. A pesar de ello, es necesario arriesgarse un poco y someterse a la crítica, que no siempre es sana, para clarificar por medio de definiciones el fenómeno a explicar”. – Como puede observarse, la idea central son las definiciones o conceptos y el problema total lo constituye la dificultad que se tiene para llegar a acuerdos generalmente aceptados.
- Con impacto. Otra forma de comenzar es causando impacto. Esto puede lograrse de muchas maneras: Haciendo ruido con las manos, golpeando el escritorio, una silla o la mesa del disertador, haciendo un sociodrama con un apoyo visual o auditivo, con una imagen atractiva, etc. Hay muchas maneras de llamar la atención a través de este inicio de disertación. Deberá ser muy cuidadoso para no herir susceptibilidades o molestar a los participantes. Este recurso, aunque valioso, es muy peligroso si no se sabe utilizar bien.
- Lanzando una pregunta. Interrogar al público que nos escucha con una pregunta interesante y relacionada con el tema, nos ayuda muchísimo a captar su atención. Así entonces, podría iniciar diciendo: ¿Saben ustedes cómo funciona el motor de un automóvil? Evidentemente que el tema deberá relacionarse con los automóviles, con la teoría de sistemas, en fin, lo importante en este caso es, que tarde o temprano, se tendrá que dar la respuesta correcta. – No será válido que no se responda a la pregunta que se haya planteado al principio. Así, habrá que decir que el motor es una máquina de combustión interna que consta de un pistón o émbolo que, dentro de un tubo, se mueve hacia arriba y hacia abajo como efecto de la explosión de gasolina en su interior.
- Mostrando un objeto. Otra manera de comenzar el tema es mostrando un objeto o artículo relacionado con el mismo. Si, por ejemplo, estamos hablando de tabaquismo, podrá enseñarse una cajetilla de cigarros; si hablamos de nóminas, se mostrará un sobre de pago o un listado de personal. En cualquier caso, una vez utilizado el objeto, deberá dejarse fuera de la vista de los participantes ya que puede convertirse en un elemento de distracción. Algunos consejos prácticos que le serán de utilidad al emplear esta forma de inicio son: Muestre el objeto hasta que vaya a emplearlo; asegúrese de que todos los participantes lo vean; tenga cuidado de no tapar su rostro; hable con sus participantes y dirija la mirada hacia ellos y no hacia el objeto; cuando termine de utilizar el objeto, retírelo o cúbralo.
- Con una anécdota real o imaginaria. Deberá destacarse algún aspecto relativo al tema y mencionarse que estamos comentando una anécdota, todo ello para que el público no sea engañado. Como ejemplo, podría iniciar diciendo: “Hace una semana, mientras me dirigía al trabajo, ví que tres individuos, ¡sí!, tres individuos golpeaban a un viejito. ‘¿Qué hago?’, me dije, ‘algo tengo que hacer’. Me dirigí hacia ellos lleno de valor y… ¿qué creen? Entre los cuatro le hemos puesto una paliza…” Sin embargo, para utilizar este tipo de inicio, deberá ser gracioso, de lo contrario resultará contraproducente. Mucha gente no sabe contar anécdotas o chistes. Si es usted una de esas personas, mejor no lo haga. El mejor chiste en labios de alguien que no sabe contarlos, se vuelve en su contra y, por otro lado, el peor chiste en poder de un “comediante” profesional, será una estupenda herramienta para lucir durante la exposición.
- Con un relato histórico o legendario. En ambos casos, deberá indicarse si se trata de una reseña histórica o de una leyenda o mito. Si el tema a abordar se relaciona con el valor de los niños o con la historia de México, podemos expresar lo siguiente: Narciso Mendoza, el niño artillero, encendió el cañón que detuvo a los españoles que estaban a punto de derrotar al ejército mexicano, comandado por el generalísimo Morelos…
- Con un pensamiento propio o ajeno. Este método para iniciar un tema resulta también de suma importancia. El pensamiento que se elija deberá ser conciso. No se trata de repetir todo lo que un autor haya dicho sino solamente aquello que nos pueda ayudar a reflexionar acerca del tema que estamos ofreciendo. A diferencia de la frase célebre que, por regla general consta de uno o dos renglones, el pensamiento es un poco más extenso. Veamos un ejemplo de Epicteto, filósofo griego del siglo I: “Ni las victorias en los juegos olímpicos ni las de los campos de batalla, dan al hombre la felicidad. Únicamente la logra quien a sí mismo se vence. Las tentaciones y las contrariedades son los verdaderos combates. ¿Quedaste vencido una, dos, tres, veinte, cien veces? Sigue luchando. Cuando por fin triunfes, serás tan feliz como el que siempre triunfó”.
- En todos los casos, deberá mencionarse al autor de la frase o del pensamiento. No será válido el plagio intelectual. Un consejo: Anote siempre sus frases o pensamientos en tarjetas, no sea que las olvide estando en la mitad, lo que le haría pasar por una desagradable experiencia.
- Con una paradoja o una tesis antagónica. Esta forma de iniciar, aunque muy impactante, es muy peligrosa. Se necesita ser un orador muy hábil para usarla. Se recomienda ser muy cauteloso puesto que pueden herir los sentimientos profundos de la gente y prestarse a interpretaciones no deseadas. Imagínese que inicia así: “¡Juárez es un traidor!” Si no se hace la aclaración de que esa era lo que gritaban sus enemigos, podemos comprometernos demasiado con nuestros participantes. Si se anima, ¡hágalo, pero tenga mucho cuidado!
- Con una concesión. Cuando hay otros participantes en la tribuna o en el evento educativo, puede iniciarse diciendo: “Como dijo el célebre profesor López, quien acaba de antecederme… o bien, preferiría que el profesor López, quien es una autoridad en el tema, sea el que lo inicie.
- Recurriendo a la curiosidad. Por lo general, la gente es indagadora y le gusta que se le despejen dudas o bien que se le motive a investigar algunos aspectos curiosos o anecdóticos que estén fuera de su alcance.
- Con un verso muy breve. Podemos comenzar diciendo: “Pues bien, yo necesito decirte que te quiero, decirte que te adoro con todo el corazón…” Deténgase ahí. No es necesario continuar con el resto, sobre todo porque este verso, que se le atribuye a Manuel Acuña, es demasiado extenso. Deben de seleccionarse dos líneas, aquéllas que sean más representativas del tema que estemos abordando.
Los instructores y los comunicadores no nacen, se hacen con la debida preparación. Presta atención a los siguientes cinco pasos en el próximo artículo.
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